El 30 de abril de 2014, día del estreno de este documental en salas francesas, se terminaba el mandato de la Misión de la ONU en el Sahara Occidental, que tiene como objetivo mantener el cese al fuego en la zona. Con base en El Aaiún, los 500 militares y civiles desplegados vigilan, como ya lo hacían hace 23 años, las actividades de las fuerzas presentes. Como cada vez que se tiene que renovar esta Misión, la resolución no incluye el componente de los Derechos Humanos (los Estados Unidos lo habían pedido en 2013 pero Marruecos se había negado categóricamente; este año EE.UU. ha renunciado a esta petición), lo que implica, por ejemplo, que los militantes saharauis son juzgados por tribunales militares marroquíes. A pesar de todo, hay un avance: la Misión recomienda la aplicación de una serie de medidas tomadas por Rabat desde hace un año para mejorar la eficacia del CNDH (Consejo Nacional de los Derechos Humanos). Javier Bardem no lucha por una solución política al conflicto, eso no resulta de su competencia, sino por ese componente de los derechos humanos. El famoso actor es el iniciador de este documental acabado en 2012 y galardonado con un premio Goya en 2013, que toma claramente partido a favor del pueblo saharaui, como lo indica su título que apunta a la colonización.
Lo absurdo es la trampa en la cual están atrapados los saharauis, que estén todavía presentes en sus territorios o viven encerrados en los campamentos de refugiados del sur argelino, detrás de un muro de 2400Km erigido por Marruecos en 1981 contra la guerrilla del Frente Polisario y guardado por 5000 militares: esperar desesperadamente una solución que no llega. Este territorio desértico pero rico en fosfato no interesa a nadie excepto a Marruecos, que lo reivindica en base a las promesas de fidelidad expresadas por jefes saharauis en periodos pre-coloniales. Mientras los medios de comunicación, como el mismo cine, no cesan de documentar el enfrentamiento entre israelíes y palestinos, muy escasas veces se interesan por el Sahara Occidental que representa, sin embargo, una tierra hundida por el conflicto del 1975, cuando los colonos españoles dejaron el país y Marruecos lo conquistó con bombardeos masivos que hicieron huir a la población. Desde entonces domina el hastío de la espera de un hipotético retorno, lo que documentaba admirablemente Pierre-Yves Vanderweerd en su película Territorio Perdido, bastante más exigente en términos de trabajo cinematográfico.
¿Lo absurdo? Como se explica en este apasionante documental, la no-solución llega a ser la solución. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas renueva cada año el mandato de la Minurso, la única misión de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas sin mandato para identificar y relatar las violaciones de los derechos humanos (Francia, Marruecos y España se oponen – una colusión denunciada por la película y que no ha facilitado su estreno en Francia). Minurso significa « Misión de las Naciones Unidas para la organización de un referéndum en el Sahara Occidental », una solución de autodeterminación aceptada por todo el mundo, incluso en la época por Hasan II, pero que nadie organiza en vista a las resistencias marroquíes.
Es al mismo tiempo esta Historia y la historia – dramática – de los saharauis la que documentan Álvaro Longoria y Javier Bardem, como en los pocos documentales existentes sobre el Sahara Occidental, para abordar la cuestión de los derechos humanos mientras la represión de las fuerzas especiales marroquíes es feroz hacia los movimientos de los saharauis que se quedaron en su país. ¿Cambiaron algo las primaveras árabes? Es lo que sugiere esta película que arranca con imágenes de Túnez y Egipto, recordando que los saharauis se rebelaron ya en noviembre de 2010, estableciendo un campamento de tiendas en el desierto con 5000 familias reclamando mejores condiciones sociales y el respeto a los derechos humanos; un campamento que fue asaltado por el ejercito marroquí. Pero, aunque cambien los tiempos, el hundimiento del plan de paz perdura
Marcado por la dignidad de los saharauis y adoptando la actitud pacífica actual del Frente Polisario, Javier Bardem juega la baza de los medios: intervención en la ONU, petición firmada por 230.000 personas
Pero le lleva también a muchas puertas cerradas, rechazos de entrevistas para la película
Mirando a la juventud confinada en los campamentos, nace la pregunta: ¿cuánto tiempo aguantará sin hundirse en el terrorismo?
Hijos de las nubes es una película comprometida, pero una película-alerta más que una película-respuesta, y se define como un recuerdo informativo y sensible sobre la determinación de un hombre, recordando tanto a la opinión pública como a los políticos que una bomba de relojería está a punto de explotar. El documental se presenta atento a la dimensión humana en los campamentos, pero no se aventura en el terreno minado pero sin embargo visiblemente ineludible; la pregunta que nadie parece querer hacer y que, sin embargo, asegura el triunfo de la no-solución: ¿qué hacer cuando la población marroquí, importada en masa, vive y trabaja desde hace décadas en un territorio donde tiene hijos que se consideran como en su casa, que ocupan un espacio y, cuando con el tiempo, como en Israel, más allá del derecho y más allá obviamente del necesario respeto a los derechos humanos – la temática de esta película -, no se puede ya eludir la tan difícil cuestión de la convivencia?
Traduction de Marion Berger, publiée en partenariat avec http://www.africaescine.com///Article N° : 12254